sábado, agosto 21, 2010

Coral Garden

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La inmersión de hoy solo requería de tubo, gafas y aletas. El lugar en cuestión dista escasos 4 km de la frontera con Arabia Saudita.


Coral Garden está en los 12 km de costa que Jordania recibió, de Arabia Saudita, a cambio de 2.000 metros cuadrados de desierto jordano. El rey Hussein hizo un buen trato. Miren y opinen..

viernes, agosto 20, 2010

Hablando de pecios

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El mas bello pecio que vi en mis naufragios. Aqaba.

martes, agosto 17, 2010

Por las Ruinas de Petra a lomos de un burro.

Hoy el calor ha sido tan insoportable en Petra, que no podía con mi alma y eso que llegué al yacimiento arqueológico a las 6.30 de la mañana, nada mas abrir, para aprovechar la fresquita.
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A mitad del día, harta ya de reptar por las maravillosas ruinas de Petra, y de cruzar a pie esas distancias kilométricas a las que no veía fin, en pleno desierto y con un calor que derretía las piedras, decidí alquilarme un burro, si un burro.
Podría haberme alquilado un camello, que queda más elegante, más a lo Lawrence de Arabia, pero pensé que si me caía por aquellos riscos desde un camello no lo iba a contar. Además, confieso que tengo debilidad por los burros.
Debo decir que he visitado las ruinas tan ricamente, como una reinona nabatea a lomos de la acémila.

sábado, agosto 14, 2010

Paseando por Beirut

Se había hecho tarde. La noche cada día me alcanzaba mas lejos del centro. Como Cenicienta a la que apremia el tiempo, en cumplimiento de un sortilegio, reemprendo la vuelta presurosa por calles vacías.
En el centro de Beirut todas las calles de forma radial convegen en la Place de la Etoile. Allí se erige la torre del reloj. Curiosa esa arquitectura, ese espacio estrellado que viene a convergir en el tiempo. Espacio avocado al tiempo.
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Tiempo que metafóricamente quedo en suspenso durante los quince años de guerra. El reloj de la torre estuvo desmontado, aguardando, dormido en algún almacén a computar tiempos mejores.
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Bordeaba la plaza por la acera de la catedral ortodoxa de Saint Georges. Aceras que unas horas antes estaban llenas de glamourosos beiruties católicos, que bebían y fumaban seesha sentados en las terrazas, mientras las chachas filipinas paseaban a los niños dando vueltas a la torre del reloj.
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Y al pasar por la puerta de la mezquita Al Omari el almuecín comienza a llamar a la oración, distrayéndome de mis cavilaciones. Estamos en Ramadán. Y aquella música, aquellas suras cantadas desde el alminar me transpotan a una espiritualidad sin religión. A la búsqueda de una elección que trasciende de dioses, inventados en un afán humano que buca la inmortalizad. ¿Qué más da si solo somos un punto en un infinito sin sentido?.
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Y asciendo por la arcada de la calle Al Maarad y, descubro la bandera de España que pende de un balcón. Me pregunto si  los beiruties también se alegran de que hayamos ganado el mundial, para descubrir ya en la cercanía de que se trata del centro Cervantes.
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Al fondo, sobre los tejados avisto, a modo de hito en mi camino de vuelta al hotel, los minaretes iluminados de la espléndida mezquita Al Amin donde está enterrado Hariri. Minaretes que se elevan iluminados sobre las cúpulas azuladas, todo un poema arquitectónico.
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Y se nota la brisa que viene del puerto cercano y que después de un día de sol, sin tregua, hay que agradecer.
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