martes, septiembre 28, 2010

Miles de mundos

Lucian Freud

Atravesaron la puerta de entrada de aquella casa de pueblo y se quedaron boquiabiertos ante el panorama que se abría ante sus ojos. Restos de comida putrefacta por doquier, ropa mezclada con basura. Posaras donde posaras la mirada, no había un hueco libre en aquella habitación.


Una suciedad maloliente, de tiempo, se acumulaba por todos los rincones, sobre la mesa, sobre los sillones, en las estanterías. Lo peor era el olor, era insoportable, pegajoso, dulzón y espeso, impedía respirar.
A poco que allí se removíera algún objeto, sorprendían los ratones escapando despavoridos, o las cucarachas que paseaban alegremente por el suelo.

Aquello parecía la casa de un síndrome de Diógenes.

La sorpresa, mezclada con la expresión de asco debía leerse en sus rostros, cuando la voz de un hombre, el supuesto dueño de la casa, les sorprendió diciendo:

-No se asusten, esto es la pobreza.

Tardaron en reparar en lo humano, en tres pares de ojos infantiles, arrinconados detrás de un sillón, que en medio de aquel estercolero observaban asustados a los recién llegados.


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